En esos caminos recorridos habita un territorio colectivo: un territorio marcado por cicatrices, pero también sembrado de esperanza. Cuerpo y territorio se entrelazan y se sostienen mutuamente, porque en la búsqueda se encarnan ambos; llevan en sí la ausencia de quienes les fueron arrebatados y, al mismo tiempo, trazan con sus pasos trayectorias de lucha, cuidado y defensa de los derechos humanos.
Tejer, bordar y coser juntas se convierten en un acto de resistencia y memoria en la búsqueda de las personas dadas por desaparecidas.

